lunes, 4 de febrero de 2008

UNA BAJADA DE PANTALONES


Estaba invitado a una cena en casa de Diana Vreeland, la que fue directora del Costume Institute del Museo Metropolitano de Nueva York. Mientras estaba contemplando el gravado de un gato cuando, a mi espalda, escuché una voz mortecina que me susurró:
-Tú que crees… ¿Es un macho o una hembra?
La pregunta me pareció absurda. Me di la vuelta y me encontré frente a una cara lívida, enfermiza, cubierta por un cutis estropeado, con una expresión tímida, y bajo una peluca blanca, despeinada y mal colocada.

Era Andy Warhol, seguido de sus inseparables Bob Colacello (Redactor del Andy Warhol’s Interview), Fred Hugues (Productor de la Factory), y los bellos gemelos Jed y Jay Johnson. El primero era el amigo de Warhol, y su hermano Jay, era un jovencito decadente, que estaba casi siempre colocado.

En las “cortes” de las celebridades siempre hay muchos celosos. Por esa razón, Jay Johnson, interrumpió mi encuentro con Andy, formulándome una estúpida pregunta, en un tono lánguido y afeminado:
-¿Es grande tu sexo?
-Un poco más grande que tu cerebro- contesté tajante al joven, que se dirigía a mí sin conocerme de nada.
Andy esbozó una tímida sonrisa. Le había hecho gracia mi respuesta. Al finalizar la cena me citó para almorzar en Max’ Kansas City, un local underground y un tanto cutre, que entonces estaba muy de moda. Andy solía garabatear sobre los manteles individuales de papel de los cafés y restaurantes. Yo fui tan tonto que nunca me llevé uno.

Su deteriorado físico y su precaria salud se debían a los tiros que le había disparado, a boja jarro, Valery Solanas, una joven lesbiana, prostituta y sin techo, que solía rondar por La Factory, y que responsabilizó a Andy por haber sido ridiculizada en un importante programa de televisión, en el que presentó su “Scum Manifesto”, un texto demoledor contra el macho y en pro de su castración.

Saliendo de Max’s Kansas City, Andy me enseñó La Factory, y me sugirió que pasara por allí cuando quisiese.

Y así lo hice. Y tuve el privilegio de coincidir con todo tipo de seres extravagantes y vanguardistas, junto a personajes como Truman Capote, Basquiat, Liza Minelli, Bianca Jagger, Paloma Picasso, Divine, Liz Taylor, y también músicos, aristócratas y políticos. Yo tengo una gran colección de diapositivas con imágenes de muchas de estas personalidades.


No solo entraba y salía a menudo de la Factory, sino que Warhol me permitió también fotografiar sus cuadros, mucho antes de que fueran expuestos en galerías, como la Leo Castelli, en Soho, donde se vendió el primer cuadro con la famosa lata de sopa de tomate Campbell’s, lamentablemente convertida hoy día, en España, en imagen de un programa de cotilleo de la televisión. La última lata Campbell’s se ha vendido por la friolera de 8’5 millones de dólares.


Yo creo que Andy no tenía ni idea de dónde estaba Barcelona, y por eso me dejaba fotografiar todo su trabajo en primicia. Yo enviaba las fotos al periódico La Vanguardia y a la revista La Gaceta Ilustrada, también del Conde de Godó.
Fotografié los retratos de Farha Diva, Dianne Von Fürstenberg, y Mao Tse Tung, entre otros, y entre mis favoritos: la colección de cuadros de zapatos de tacón, porque estaban pintados con óleo mezclado con polvo de diamantes.

Como en aquellos años, en España, nadie sabía quién era Warhol, por mis fotos, entrevistas y textos me daban cuatro duros. Pero, sorprendentemente se publicaban. Con mis diapositivas de Nueva York llegué incluso a hacer alguna contraportada de La vanguardia, y a todo color.

En una ocasión, no hay que olvidar que estábamos en tiempos de Franco, La Gaceta Ilustrada publicó mis fotos de la exposición “Hoces y Martillos”. Y al Presidente de ese grupo editorial le llegó una carta, en la que el Ministerio de Información y Turismo manifestaba su indignación.


Aún conservo las cassettes con las entrevistas que le hice a Andy. Tarea harto difícil, pues contestaba con monosílabos, o me respondía con un: “¿Y tú que piensas?” Como si yo fuese el entrevistado. Pero no sólo era parco en el habla. En 1977, me dedicó su libro “Filosofía de Andy Warhol”, y cuál fue mi sorpresa cuando al leer la dedicatoria vi que tan solo había firmado una “A”.

Una noche coincidimos en una cena de gala. Eran obligatorios el traje largo y el smoking. A la cena asistía, también, la madre del entonces Presidente Jimmy Carter. A Lillian Carter, mujer tímida, insegura y poco agraciada (pues se parecía a Copito de Nieve) la sentaron entre Andy y el famoso diseñador Halston.

Lillian Carter no supo qué cara poner cuando del techo, y sobre el escenario, vio bajar una enorme luna, en cuarto creciente, llorando lágrimas hechas con luz. Seguidamente, se acercaba a la nariz de la luna una inmensa cuchara cargada con cocaína (hecha con pequeñas bombillas).La luna esnifaba esas luces, que simulaban cocaína, e in mediatamente la luna se ponía a sonreír. El show de la luna era uno de los más famosos decorados móviles de Studio 54.


Per ese no fue el único mal trago de la noche para la madre del Presidente. Al poco rato, vi como Warhol se levantaba de la mesa y, ante el estupor de la Señora Carter, y de sus agentes de seguridad, Andy empezó a bajarse los pantalones.
¡No podía creer lo que veían mis ojos! Afortunadamente, bajo el pantalón de su smoking, Andy llevaba sus inseparables vaqueros Levy Strauss. Finalmente resultó ser otra de sus escandalosas excentricidades.

Cuando, para celebrar la reapertura y redecoración de Loewe, en el Paseo de Gracia, organicé un evento con un espectacular desfile. Warhol me envió a Bob Colacello, que publicó, en Interview cuatro páginas de la inauguración. Entonces Loewe solo hacía cuero, pero para aquella ocasión se hicieron unos trajes largos, y yo diseñé todos los sombreros para el desfile, en el que las modelos llevaban cachorros de tigre vivos en sus brazos.

Un mes más tarde, aparecí fotografiado en el Interview, apoyado en el enorme mamut de piedra del Parque de la Ciudadela. Y cómo los americanos tienen un ramalazo infantil, y yo no era nada importante, en la foto, el mamut se ve enorme y yo diminuto. Para compensar, y como Loewe abría tienda en el Trump Tower, publiqué una foto en la que Warhol y yo estamos sentados delante de dos cuadros del famoso rascacielos.

Volvimos a vernos por última vez en Madrid, en una concurrida cena en el Palacio March.

Cuando Andrew Warhola, así se llamaba Andy Warhol, falleció en 1989, publiqué una esquela con unos 40 nombres de las personas y personajes que más relevancia habían tenido, en su creativa y corta vida de 59 años.

Fotos Flickr: Nahh, Sperterrific, Quiplash y Carlos Martorell.

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